jueves, 10 de marzo de 2011

Espasmos de pereza.

Al llegar inhalé el aroma que aquel lugar me proporcionaba, caminando entre sus calles de fina piedra. Seguí uno de los caminos rectos sin ser interrumpida, ya que a las tres de la madrugada, todo el mundo yacía durmiendo. Me encontré con una pastelería, dos o tres casas adosadas, una boutique, un inmenso roble y una farmacia, todo construido de una manera hogareña y discreta. Pensé que aquel lugar, era como en un cuento de hadas pero, había algo que no entendía. Yo iba vestida con unos pantalones vaqueros rasgados, una camiseta de tirantes blanca a juego con un cinturón negro de lentejuelas, y unas altas botas de ese mismo color adornadas con pedrería. Sin embargo en Wedmore, no había indicios de que su gente vistiera algo parecido a lo mío. Los escaparates reflejaban un puro estilo a “la Casa de la Pradera”. Sí, estaba segura de que aquel pueblo estaba sacado de un cuento.


 Al final de la calle, me encontré con una alta verja en la que resaltaba perfectamente escrito “Nuestra pequeña gran Lubbock”. Esa casa debería pertenecerme. A mí, o a alguien de mi familia a la que desconocía. A pesar de a las altas horas que nos encontrábamos, decidí tocar el timbre temerosa, pero decidida. Tuve que tocar varias veces debido a que todo el mundo dormiría pero finalmente no hallé ninguna señal de que la casa se encontrase habitada. Tragué saliva, pues aquello era un gran paso  respecto a lo que mi vida fue anteriormente. Decidí sentarme en el suelo, apoyada contra la pared de piedra que al lado había, y mirar las estrellas durante un rato, para despejarme. No me sentía asustada, y eso me extrañó. ¡Se suponía que estaba completamente sola, sin conocer a nadie, sin saber quien era! Eso debería acobardarme, no excitarme. Pero no podía luchar contra ello, la idea me seducía.

 De repente, al mirar sobre la verja y ver el umbral de la casa en el que antes no me había fijado, me vino un recuerdo de manera repentina..[..] Era yo, en mi niñez, corriendo junto a otra chica dirección a la gran verja. Era como si estuviésemos compitiendo. Sí, ¡era eso! Reíamos mientras intentábamos alcanzar nuestra máxima velocidad para llegar a casa pero, cuando ella me adelantó y creyó que entraría en primer lugar, gracias a la velocidad se dio de bruces contra uno de los altos palos de forja que constituían la verja. Tuvo suerte, ya que era una chica fuerte y luchadora a la cual ningún golpe le afectaba. Acabamos la carrera allí, desilusionadas por no poder haber podido entrar hasta el comedor, donde la abuela siempre nos esperaba con sus galletas recién sacadas del horno. Le dije que no se preocupase, y acto seguido me agaché hasta el felpudo, lo retiré hacia un lado y saqué una larga llave gris metalizado, la cual debía abrir la puerta..[..] Rápidamente volví en mí, recorriendo eufóricamente con la mirada todo lo que me rodeaba. Me sentí grandiosamente aliviada al ver ese desaliñado felpudo. Efectivamente seguía allí intacto a pesar de los años. Ese era un detalle curioso ya que al menos, deberían de haber pasado once años.

Esto lo escribí hace algún tiempo, en un antiguo blog el cual dejé en el olvido, pero que hoy al recordar, quise mostrar una pequeña parte de él. Aunque realmente esta solo es una barata excusa para no publicar algo acorde con mi realidad ya que debido a tanto examen y tanta mierda, no tengo tiempo de escribir. 

1 comentario:

  1. Me Encanta tu Blog ^^ Te Siigoo =)
    www.sentidoslibres.blogspot.com(te hago un poco de spam) =$

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